Esclava de juguete
I
En alguna parte de Checoslovaquia, 1990.
—Vojta, tu madre murió por zorra.
Vojta los miró con sus
grandes ojos azules, la cara llena de lodo y una sonrisa de odio. El pecho le
ardía como si la bala que asesinó a su madre despedazara su carne. Se aferró a
la nieve con sus botas viejas y quiso asesinar, asesinar de verdad.
—Oí que le dispararon
en la cabeza cuando se la chupaba a un hombre —dijo el muchacho a su compañero.
—Oí que lo hizo con
cuatro hombres al mismo tiempo —respondió su compañero.
Una bala afilada con la
velocidad partió el cráneo del primer chico. Vojta absorbió la sangre salpicada
en su rostro y una segunda bala dio en la pierna del otro muchacho que cayó
confundido. Un hombre en gabardina se acercó a Vojta con el revólver en la
mano.
—Termínalo —le dijo
mientras ofrecía su arma.
Los labios le temblaban
y un furor cálido adormeció su tacto, tomó el revólver y apuntó entre los ojos
de un cuerpo desesperado, disparó.
—Tú vales mucho, ¿cuál
es tu nombre? —dijo el hombre de la gabardina.
—Son tiempos difíciles
¿no es cierto?
—Lo son.
—Pero sólo en tiempos
como estos te puedes convertir en el rey del mundo. Ven conmigo —le extendió un
fajo de billetes— trabajarás para mí.
II
El doctor tenía un
laboratorio secreto bajo los escombros de una fábrica textil abandonada. La
primera semana trató como un hijo a Vojta, pero algo en ese hombre le producía
escalofríos. Había prótesis de brazos y piernas en un almacén. Le prohibió
entrar a muchas salas, los otros trabajadores no eran muy amistosos, todos
vestían con un traje gris de hule, guantes y máscaras de cuero. El tercer día
de la segunda semana una camioneta destartalada trajo un paquete para el
doctor. Una niña desnuda y atada.
—Ya es hora que
conozcas el negocio de la familia, Vojta trae a la niña —dijo el doctor Kováč.
III
No quiero ir con ese tipo, me mira extraño. Me aferro al barandal de
las escaleras del orfanato. Veo al hombre darle muchos billetes a la encargada,
ella los guarda en su falda, me mira por última vez.
—Natálka estarás bien,
este hombre será tu nuevo papá.
Él no tiene ojos cariñosos como papá. Me toma del brazo y me lleva
arrastrando a una camioneta vieja. Dentro hay otro hombre, mete algo a mi boca,
me quitan la ropa a jalones y me amarran con una cuerda. Huele extraño, me
siento cansada.
IV
— ¿Cómo se llama, todo
bien? —dijo el doctor Kováč.
—Natálka, tiene nueve
años, huérfana. No hubo testigos —dijo el hombre de la camioneta.
—Mira Vojta, sólo
cuatro años más joven que tú. Es realmente hermosa, podremos venderla en
cuarenta o cincuenta mil dólares.
Vojta llevó a la niña
inconsciente en una silla de ruedas al laboratorio restringido, la respiración
de la pequeña era muy lenta y profunda, su piel desnuda y sucia tenía costras
de fango. Jamás había entrado al laboratorio, era un quirófano. Instrumentos de
cirugía, cierras extrañas y motorizadas, prótesis de goma y metal, pinzas,
guantes y medicamentos en frascos y cajas.
Sobre una mesa había unas anotaciones:
“Construcción de esclavas de juguete”
1.
Limpiar
y anestesiar.
2.
Amputar
brazos hasta los codos y piernas a las rodillas.
3.
Colocar
barras de metal y silicona sobre los muñones para ajustar sus nuevas
extremidades; prótesis que darán un efecto de movimiento de muñeca a nuestra
niña.
4.
Cortar
cuerdas bucales y extraer todos los dientes para evitar posibles ataques a
clientes.
5.
Implantar
silicona en la boca para aparentar una dentadura que no desfigure el rostro.
6.
Cuatro
meses de tratamiento para la recuperación de las heridas.
7.
Dañar
los ojos con un láser periódicamente.
8.
Perforar
tímpanos para causar sordera.
9.
Amamantar
con mamilas de té y papilla 4 veces al día (no queremos que nuestra muñequita
se ponga gorda).
10. Torturar con castigos sexuales y psicológicos
hasta volverla sumisa.
11. Colgarla de sus prótesis para saber si está
lista.
12. No necesita muchos cuidados, sólo higiene
constante.
—Veo que ya te has informado Vojta —dijo el
doctor al entrar al quirófano— eso me alegra, no debo explicarte nada. Ve a
limpiar a esa cerda, dale un baño y si quieres tocarla y masturbarte puedes
hacerlo, pero no la penetres o el precio de su venta será más bajo.
Vojta aseó a Natálka. Tenía miedo que despertara
y lo viera con ella desnuda en la tina. Sentía atracción por la niña pero no
hizo nada de lo que sugirió el doctor. Verla era suficiente para él.
V
Natálka no había
recobrado la conciencia desde que llegó al laboratorio. El doctor Kováč mutiló
las partes necesarias. Vojta deseaba ayudarla pero tenía mucho miedo. Y así
pasaron las semanas con el tratamiento. El doctor obligó a Vojta a realizarle
torturas sexuales y alimentarla. Muy en el fondo no le desagradaba cuidar de
ella.
VI
Me duele
mucho y no siento mis brazos ni mis piernas, algo me sujeta constantemente. No
puedo hablar, la garganta arde, y no escucho sonidos, es como si estuviera en
la nada. En ocasiones tengo mucho dolor en el cuerpo, entre mis piernas siento
punzadas como agujas y mordidas en el pecho, los pezones me arden. Pruebo la
comida que me dan con una mamadera. La mayor parte del tiempo tengo hambre pero
no puedo pedir más, si me muevo duele, duele mucho. Escucho una voz suave en
ocasiones, y unas manos tocan mi cuerpo, me hacen sentir seguras cuando lo
hacen de esa manera, la temperatura de mi cuerpo sube y siento cosas extrañas
entre mis piernas, me gusta cuando me tocan así, pero odio cuando duele. El
olor de esa persona es sal y humedad.
VII
Vojta descolgaba del
“guarda muñecas” a Natalka todos los días. El guarda muñecas tenía otras cuatro
niñas pero no eran su responsabilidad, una de ellas estaba embarazada y sería
vendida en un par de días, las demás esperaban su venta. No había pensado que
todas las muñecas se irían algún día, incluso Natalka. Pasaba la mayor parte
del tiempo viéndola y complaciendo su tacto, empezaba a disfrutar las torturas
con agujas en su sexo y cera en la piel. Aprendió a detectar lo que ella
prefería y lo que necesitaba.
VIII
Natalka en ocho meses
encontró comprador. Se iría de Vojta para siempre. Escapar. Escapar. Escapar. Escapar. Escapar. Escapar. Escapar. Era
la única forma y él lo sabía. Buscó el revólver del doctor. Lo guardó en sus
pantalones. Natalka esclava de juguete es
mía, pensó. Esa noche durmió profundamente.
IX
— ¿Dónde estoy? Me duele el cuerpo… —Vojta no podía hablar.
X
—Perdóname Vojta pero
me ha llegado el pedido de un lindo muñeco —dijo el doctor Kováč— ahora sé un
buen niño y abre la boca, bastardo traidor.
Historia basada en un creepypasta de un post real de la deep
web.
Rubén Caballero Petrova
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